La nariz constituye la
principal vía de entrada del aire al aparato respiratorio. Normalmente, el aire
entrada en el aparato respiratorio a través de las dos ventanas nasales
externas, que conducen a la cavidad nasal. El vestíbulo nasal es la parte de la
cavidad nasal rodeada por los tejidos flexibles de la nariz y está soportada
por un par de cartílagos laterales muy delgados y dos pares de cartílagos
alares.
El epitelio del vestíbulo nasal contiene pelos muy ásperos que salen
por los orificios externos. Estos pelos atrapan las partículas de gran tamaño
que viajan por el aire, como arena, aserrín o incluso insectos, evitando que
entren en la cavidad nasal.
El tabique nasal separa los
lados derecho e izquierdo de la cavidad nasal. La parte ósea del tabique nasal
está formada por la fusión de la placa perpendicular del etmoides y la placa
del vómer. La parte anterior del tabique nasal es de cartílago hialino. Esta
placa cartilaginosa soporta el puente, o dorso de la nariz, y el vértice de la
nariz. Los maxilares superiores, los huesos nasal y frontal, el etmoides y el
esfenoides forman las paredes laterales y superiores de la cavidad nasal.
Las secreciones mucosas
producidas por los senos paranasales vecinos, con la ayuda de las lágrimas que
drenan por los conductos nasolagrimales, mantienen limpia y húmeda la
superficie de la cavidad nasal. La parte superior, o región olfatoria, de la
cavidad nasal comprende las zonas tapizadas por el epitelio olfativo:
1) la superficie inferior de
la lámina cribiforme,
2) los cornetes nasales
superiores del etmoides,
3) la parte superior del
tabique nasal.
Los cornetes nasales
superior, medio e inferior, o huesos turbinados, se proyectan desde las paredes
laterales de la cavidad nasal hacia el tabique nasal. Para pasar del vestíbulo
nasal a los orificios nasales internos, o coanas, el aire tiene que fluir entre
cornetes contiguos, a través de los meatos superior, medio o inferior . Más que
unos pasadizos abiertos, estos meatos son unos surcos estrechos y el aire que
entra en la cavidad rebota contra las superficies de los cornetes y se revuelve
como el agua en los rápidos de un río. Esta turbulencia cumple una función:
cuando el agua gira y se arremolina, las pequeñas partículas suspendidas en el
aire tienen más probabilidades de entrar en contacto con el moco que cubre el
epitelio de la cavidad nasal. Además de favorecer la filtración, las
turbulencias prolongan el tiempo disponible para el calentamiento y la
humidificación del aire inspirado.
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